En una madrugada de vigilia, mientras hojeaba el libro "El juego militar" de Édouard Lucas (1), reparé en el capítulo El vuelo de las grullas, aves que viajan dispuestas regularmente en triángulos.
Intereses diversos asaltaron el momento: de qué tipo de aves se trataba, el porqué de esa formación en vuelo, por qué se había recogido dicha circunstancia en aquel libro, más un sinfín que no llegué ni llego a inferir por sobreponerse ese instinto natural de búsqueda del gozo, -siempre atropellado- por descubrir (2).
Distintas entradas en Google: Grullas, Grulla gris, La grulla de papel, Grullas gallocanta, Mil grullas por la paz… hicieron que evocase un pasaje de cuando la mejilla empezaba a mostrar el primer bozo (3), (pueden haber pasado fácilmente treinta y tantos años), en que un japonés, en uno de mis viajes –de vuelve a casa por vacaciones- quizá empachado de la mirada persistente del jovenzuelo, mientras doblaba con mimo y precisión aquel papel argento de un paquete de cigarrillos, me hizo entrega de una avecilla de papel, hoy ya descubro que se trataba de una grulla; el trofeo, un deseo de larga vida, un abrazo de amistad.
Desde esa lectura fortuita, ya sé porqué birlibirloque me acuden grullas por doquier: Sadako Sasaki; grabado “El día y la noche” (4), simbología de la grulla en la emblemática española (5), las líneas de Nazca (6) y es que la grulla ha sido y es el símbolo de la elegancia, la sabiduría, la paz y amor por la vida.
(1) Colección Biblioteca Desafíos Matemáticos. RBA. Barcelona, 2008
(2) Cfr. "La bendita manía de contar". Gabriel García Márquez
(3) Epitafio sobre la vida de Diofanto de Alejandría.
(4) “El día y la noche” de M. C. Escher
(5) Revista da Facultade de Letras "Linguas y Literaturas" Ana Martínez Pereira
(6) Dibujos situados en el desierto de Nazca, en la pampa Jumana. Perú
No hay comentarios:
Publicar un comentario